Monday, October 22, 2007
Vasudeva, barquero de agua dulce, se dirige a Siddartha, al final de su camino, con las siguientes palabras: ¡Ama a este río, aprende de él, quédate con él! y Siddartha, sediento de nueva sabiduría, escuchó al río como quien escucha a un nuevo maestro.
El rio avanza rapido y no se detiente por nada ( y por nadie ) , es completamente transmutable y misterioso y su enseñanza es hermosa, no podria no serlo, el rio acoge y en el momento mas indicado, abandona, no retiene nada para sí y él no se atiene a nada.
¿Pero habrá escuchado Siddartha también a los árboles? ¿Habrá puesto sus oídos y su corazón en ello?
El árbol es completamente opuesto al río, el árbol crece y con el tiempo se vuelve más viejo y más sabio, pero permanece, soporta las peores adversidades, tempestades, terremotos, intervenciones humanas, y aun asi se queda ahi, arriagado a sus raíces. Pierde sus hojas, pierde sus ramas, pierde su forma, y sigue siendo hermoso y acogedor, pues aprende a cicatrizar sus heridas y logra florecer una y mil veces.
Yo he conocido arces urbanos que atraviesan una enorme depresion debido al maltrato de la sociedad y al poco contacto rural, hermosos cerezos en flor en pleno invierno que nadie nota al pasar que son los primeros en mostrar su esplendor, sauces secos por culpa de los cormoranes que en primavera lloran de felicidad al volver, aromos hechizeros que de noche parecen bailar y van formando sombras tras tus pasos. Un cactus alucinogeno que adoptamos como hijo y que por fin esta creciendo en el jardín. Un Belloto gigante que ha visto la vida pasar ¡Que es este tiempo humano frente a este anciano conocedor! Nada mas que un suspiro. Somos menos que un aliento del universo centrados en nuestro humano ombligo sin detenernos a hablar con la tierra. Porque la savia es sabia tambien si te acercas lo suficiente para escucharla con el corazón.