domingo 17 de agosto de 2008
Los que me conocen saben que en cualquier instante de ira arrojo los rastros del pasado al basurero y comienzo de cero. Asi lo hice cuando terminé con mi ex, el padre de mi hijo.
Era 31 de diciembre, un momento preciso para eliminar aquellos registros tangibles de lo que pudo haber sido nuestra relacion y empezar el año con el pie derecho. Pero resulta... que borrar lo que podemos ver o tocar, incluso escuchar, no logra que desaparezca la historia, tampoco limpia heridas ni lima asperezas, alivia... pero de la forma en que alivia la anestesia, y es cuando la anestesia acaba que el dolor se nos viene encima, y recordamos que la herida está ahí: abierta.
Cuando borré mi antiguo blog no estaba pensando realmente, solo quería deshacerme de aquello que en ese momento me lastimaba: los recuerdos. Pero como me conozco bien, y se que no controlo mi impulsividad, un par de meses antes se me ocurrió que sería una buena idea dejar aquellas entradas respaldadas en alguna parte, sólo en caso de que... algo surgiera. El tiempo pasó, depronto ya no eran solo los recuerdos lo que me ataba al pasado, si no un regalo inesperado en mi vientre que vino a anunciar su existencia quizas demasiado tarde. No es excusa, pero cuando lo miro a veces me parece que el destino hiciera burla de mi, tiene su frente y su nariz, su terquedad y esa sensibilidad que me derretía al mismo tiempo que me desesperaba. No hay perdón ni olvido y no me siento orgullosa de ello, pero estoy tratando de superarlo, y no es por condescendencia ni por piedad, ni siquiera por corazón bondadoso, es por mi hijo, quizás su padre sea mi peor karma, mi peor castigo, pero es mi cruz, no la de mi bebé. El tendrá que cargar con la suya cuando sea su momento, pero yo, por mi momento, solo trato de hacer lo que considero que es justo.
Volví a subir mi blog antiguo para recordarme que no puedo borrar mi pasado y no puedo arrepentirme de él. En cierta forma el problema no es lo que hay escrito o el hecho de que me evoque a ese tiempo, el problema es que a pesar de lo orgullosa que estoy de haber crecido tanto durante estos meses... la gente realmente no cambia, transmuta. Y aquel triste payasito soñador e idealista, capaz de cruzar oceanos por la persona que ama o por una causa que considera justa del otro blog sigue estando aca adentro. Y mi vida... pues sigue siendo el mismo circo, sólo cambia el espectáculo y el nuevo artista del anfiteatro es hoy el protagonista de cada función.
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