martes, 29 de mayo de 2012

Arte Poetica







El momento más perfecto entre alumbramiento y verso
es ese en que solo el silencio se congela en mi garganta
el resto no es más que ruido.
Las palabras que brotan como lava ardiente del estómago a la boca  son inecualizables.
Soy disonante y en toda nota, desafinada.
La melodía que emerge de mi ser interno no puede ser interpretada ni en sonetos, ni en baladas.
Pero escribo, y mis palabras son la espada de David
solo obedecen a este inocente despiadado,
solo caben en este pedazo de alma trizada
y son capaces de cortar la cabeza del más grande monstruo de Israel.
Escribo porque tengo una voz sin cuerdas vocales
que son varias voces a su vez y que convergen en el papel
un poco andróginas y amorales, un poco macabras y displicentes
pero son miel con manzanilla para el único ángel capaz de detener su arpa por escucharles.
Porque en mi alma aun reside la pureza y la maravilla
esgrimo epítetos para exorcizar a cada uno de los demonios que habite dentro.
Para liberar a todas las bestias que deban ser liberadas antes que me lleve la parca
Porque es la vida y no la poesía la que debiese ser sublimada.
Escribo con la culpa de haber ofendido a los dioses
y consciente de mi castigo es que desfundo mi espada
para  redimir al más corrupto de mis enemigos:
ese gigante egoísta que habita siempre
dentro de nuestro propio corazón.

...
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