miércoles, 20 de abril de 2011

You and Me






Y probablemente una chica que se sentó bajo un árbol a escuchar el sonido del viento
nunca se imaginó que ella sería el árbol, y un muchacho de ojos tristes sería el viento.
Y que todos los otoños que la hicieron llorar se transformarían en un sólo otoño, en donde reiría más fuerte que nunca y lloraría tal vez sólo por miedo...o de felicidad.
Quizás porque nunca imaginamos que encontraremos en el camino aquello que andamos buscando, y que lo dificil nunca fue encontrarlo (ya que siempre estuvo ahí, justo en el rincón en donde no miramos bien) si no que lo realmente cuesta es no perderlo. Y aunque perderlo sólo fuese parte del camino... sería muy triste sentarse bajo un árbol a escuchar el sonido del viento, si aquel viento no te hablase más.
Y sucedía además que en todos esos vaivenes de hojas que danzaban sobre su cabeza se escondía el sol a formar figuras multicolores y jugaba con ella a interpretar las voces del bosque... y aun juega con ella a adivinar sonidos, y aun le quema los ojos cuando lo mira de frente, y aquel tibio sol de otoño tiene cabellos de oro mezclado con miel.
Y si despertase mañana, como Alicia, al sentir que las hojas de un árbol caen sobre su rostro, la chica de los sueños dorados que conversa con Céfiro Musicalado, no sentiría que se le ha escurrido el paraiso entre los dedos, porque cuando el viento penetró en su cascarón y le caló hasta los pensamientos, ella no sólo fue árbol, y él no sólo viento, y dejó de existir estación u ocasión, y se transformaron en canción y en un acorde donde sólo cabían ellos dos se volvieron tiempo.
La vida no es nada más que un sueño demasiado largo.
Y esa chica que vive oniricamente, podría despertar una mañana sin poder decifrar la melodía de la brisa matinal, pero eso también sería parte de un sueño dentro de otro, y aun así el sol no dejaría de brillar.
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