
Me tomó bastante tiempo de aceptarme y reconocerme en el interior darme cuenta de una verdad tan mía y tan evidente para todos excepto para mí: Yo realmente tengo tendencias suicidas (de repente me sentí en esos clubes de patologías anónimas: hola, mi nombre es Rebeca, y ...) Uhm. Quizás de tanto ocultar mis depresiones esporádicas, de negarme rotundamente a volver a asistir a un psicólogo, de locura reprimida, y de recriminar duramente todo trastorno psicológico, derivaron en esto. La verdad es que ha sido un trabajo de años admitir mi condición de ser-no-clínicamente-depresiva (la palabra depresiva me causa la misma repulsión que la palabra poetiza, irónicamente: me han llamado de ambas formas) Pero es que yo nunca he intentado suicidarme (no realmente) y recuerdo la conversación que tuvimos con mi amigo del alma en hace unos días mirando melancólicamente desde la ventana del piso 20 (donde se ubica su departamento) y él me decía: aquella persona que realmente quiere matarse no amenaza, no toma pastillas, no quiere llamar la atención, llega y lo hace, se requiere un gran valor y una gran cobardía para (...) y así es. Antes de quedar embarazada (y esto no se lo he dicho a nadie) cada vez que me subía a una micro o cualquier locomoción colectiva pensaba: vamos, que choque, que choque. No es fácil, para alguien que siempre pretende ser el arlequín de todos, decir que a veces realmente quiere morir y que lo único que se lo impide es ese idiota sentido de “misión” (que podríamos llamar también: complejo de autosuficiencia) y el amor que siente por el ser que trajo al mundo (seria incapaz de abandonarlo) antes de nacer él, siempre pensé que el fin sería por mi propia mano; ahora pienso que moriré a los noventa de causas “naturales”. Al fin y al cabo todos tenemos cosas que nos atan a este mundo (y cuando no tenemos nada, nos queda la esperanza) El punto es que sí: siento placer al mirar por esa ventana del vigésimo piso, y sí, me gusta el mar al punto de a veces no querer salir de él (nunca). Pero yo decido quedarme aquí. Y no me corto porque no soy masoquista, y no tomo pastillas porque me dan asco. Pero si tengo una cercana relación con la muerte casi como si fuese mi hermana gemela. Anoche le contaba a Pamela a modo de respuesta a algo que me han preguntado toda la vida, es la clásica! : tú como que siempre te juntas con ese tipo de gente , ¿no? (el tipo de gente que arrienda un departamento en el vigésimo piso, el tipo de gente que tiene el brazo lleno de cicatrices, el tipo de gente que encierran en un psiquiátrico por seis meses, el tipo de gente que se ve a si mismo conversando con el diablo, el tipo de gente que debe tomar pastillas para mantenerse estable, el tipo de gente que siente que su alter ego es un ángel, el tipo de gente que piensa que es la parca personificada, el tipo de gente que se quema la mano con un cigarrillo y jura que nadie se da cuenta, el tipo de gente a la que van a buscar con los pacos porque se iba por dias sin avisar en la casa, el tipo de gente que prefiere el camino de la homosexualidad por miedo a sus propios sentimientos, el tipo de gente que se aburrió de ser idealista y soñador y cree que quiere es cagarse a todo el mundo) Pues sí. Ese tipo de gente han sido mis mejores amigos y los amores de mi vida, y la razón por la cual no quisiera que fuese de ninguna otra forma es porque yo he sido un poco de todos ellos, ayudar y acompañar en el camino es la única forma que tengo de seguir ocultando mi depresión y de seguir manteniendo a raya mi propia locura (tambien puedo hacer que la gente piense que yo soy la normal)
Y si lo publico es precisamente porque yo si puedo respirar a través de mis letras. Y respirar nos mantiene vivos.