“Harto ya de estar harto ya me cansé” cantaba Serrat.
Se me exige una coherencia que no tengo, una seguridad, una claridad mental propia de un sabio, cero contradicción (antinatura en una mujer, además), seguir siempre la misma línea, ser siempre la de cabeza fría, la que sabe para dónde dirigir el barco, la que entienda, la cabeza de un hombre que no es mi cabeza. La que sepa tomar el timón. Se me exige ser madre, ser mujer, ser, estar, maternar, esposear. Se me exige ser la mejor en mi empleo, ninguna equivocación porque eso es de torpe, pararme cada vez que me caiga. Pero yo podría quedarme otro momento aquí, un día entero aquí y dormir. Sucede que me canso de la adultez y de la adultez no se puede escapar. Todo lo que hago está pensado para no ser el adulto que nunca quise ser, pero lo soy, soy el adulto, con los zapatos de un niño que estuvo jugando en la tierra, que se olvidó que se hizo tarde, que no llegó a cenar.