martes, 21 de octubre de 2014

I, II, III



I

Tras la incesante imagen que entorpece la retina
la macabra sonrisa de niño clavada en la sien
destruye el cráneo de quien se ha fiado de su dulzura

Una casa abandonada precipitándose al canto del océano
Un alarido como de sirenas rompe con la llanura verde-musgo

El hueso derruido se extingue, se hiede en los escombros
La calavera que vomita es devorada por la sal
En las cuencas vacías la horrenda mueca permanece quieta. 



II

Caigo como lluvia iracunda sobre el mar
la ausencia de cronología relativiza el aire

En el vaivén absurdo de la incertidumbre
el devenir esconde lo efímero en lo profuso
viaja en el espejismo de un sueño absurdo
choca con el hombre que entra en el espejo

El tiempo retorna como un caleidoscopio quebrado
persiguiendo signos en círculos concéntricos.



III

Desde el fondo pantanoso de un abismo de sequedades

Aquí.
Con el cráneo machacado por el mismo martillo con el que arponeó la muchacha
pesadilla que ahogaste en la sal de tu ojo

Un paso en falso, un vértigo: la mentira como gesto demoledor

El miedo es un feto que agoniza - (Mira en mis ojos el azul de los tuyos)

Somos dos engendros paridos desde el humedal
arrastrando sus cuerpos hacia la superficie

El dolor es la permanencia del espanto.